He conocido el silencio de los libros en las bibliotecas abandonadas,
la cicatería de las amistades en los palacios subvencionados por Cultura,
las mensualidades para acallar la indignación de todos los cómplices.
No hay rubor en el egoísmo de quien ni lee ni escucha ni concede
para esconder un artefacto mortecino de mediocridades
que ahoga todo talento y persigue culaquier ilusión.
Me acuerdo de las calamidades cotidianas sucediéndose
día tras día en las separaciones inducidas y alentadas
por un afán de combatir el tiempo como molinos.
Un poeta reinó sobre quien hoy censura y ya no sonríe,
o si sonríe es antes de despedirse sin más consideraciones
por el que siendo hoy poeta está falto de apoyo.
Imagen: A Nook in the Author’s Library