En el otro polo de la cortesía provenzal de la primera época con respecto a Guilhelm de Poitou, encontramos al trobador Marcabrú, de la siguiente generación, que se rebela contra la libertad sexual que preconizaba el Conde y Duque poeta. Según las indicaciones de la profesora Pilar Lorenzo, la moral de Marcabrú puede y debe relacionarse con al auge del renacimiento moral de los principios cistercienses, o si se quiere, de una ortodoxia eclesiástica. En la pastorela de Marcabrú, no sólo se ridiculiza -es claramente una parodia de los «encuentros» de Guilhelm- la actitud transgresora de los nuevos amantes masculinos, sino que se va conformando un retrato interesantísimo de un ser femenino irredentamente humilde, el de una pastora curiosamente mestiza:
L’autrier jost’ una sebissa
Trobei pastora mestissa,
De joi e de sen massissa,
Si cum filla de vilana,
Cap’ e gonel’ e pelissa
Vest e camiza treslissa
Sotlars e causas de lana.
En un rigor filológico clásico, hay que entender este mestizaje como contrapuesto a la «supuesta» pureza de sangre de la voz cantante y pretendiente, que va variando a lo largo de la pastorela hasta destruirse a sí misma, en su desesperación agresiva y amenazante. Pero no dejo de querer intuir que también se pueda tratar de una leve huella, apenas esbozada verbalmente, del contexto multiétnico que se daba no solamente en la Península Ibérica, moros, judíos y cristianos, sino también en el sur de Francia.
Y Al-lâh es más sabio.