«Yo sé» anafórico en el Libro de Alexandre y en Le Bateau Ivre de Rimbaud

Un poco de poética, de literatura comparada, o de simple crítica literaria.

En las estrofas 44 y 45 del Libro de Alexandre, escrito en cuaderna vía en la primera mitad del siglo XIII, el joven enuncia sus ansias de viajar ante Aristóteles mencionando su madurez ya preparada, un tanto idealizada por su propia juventud:

Se arte de musica por natura cantar

se fer sabrozos puntos las uozes acordar

los tonnos como empieçan e commo deuen finar

mas no me puede todo esto un punto confortar

Se de las siete artes todo su argumento

bien se las qualidades de cada elemento

de los signos del sol siquier del fundamento

no-s’ me podria celar quanto val’un acento

Hay un equilibrio entre la prepotencia, la intuición, la soberbia y la inocencia, con unas ganas de sol y de enfrentarse al mundo que pueden ir muy en acorde con el tono de Rimbaud en su gran poema Le Bateau Ivre, tan ansioso como Alejandro, pero desencantado y prematuramente hastiado:

[…]

Je sais les cieux crevant en éclairs, et les trombes
Et les ressacs et les courants : je sais le soir,
L’Aube exaltée ainsi qu’un peuple de colombes,
Et j’ai vu quelquefois ce que l’homme a cru voir !

J’ai vu le soleil bas, taché d’horreurs mystiques,
Illuminant de longs figements violets,
Pareils à des acteurs de drames très antiques
Les flots roulant au loin leurs frissons de volets !

J’ai rêvé la nuit verte aux neiges éblouies,
Baiser montant aux yeux des mers avec lenteurs,
La circulation des sèves inouïes,
Et l’éveil jaune et bleu des phosphores chanteurs !

J’ai suivi, des mois pleins, pareille aux vacheries
Hystériques, la houle à l’assaut des récifs,
Sans songer que les pieds lumineux des Maries
Pussent forcer le mufle aux Océans poussifs !

J’ai heurté, savez-vous, d’incroyables Florides
Mêlant aux fleurs des yeux de panthères à peaux
D’hommes ! Des arcs-en-ciel tendus comme des brides
Sous l’horizon des mers, à de glauques troupeaux !

[…]

Es cierto que Rimbaud presume y exagera, pero cuantas ganas de conquista similares. Por supuesto, el «Yo sé» rimbaldiano va sucediéndose en una gradación, «Yo vi», «Yo soñé», «Yo seguí», «Me tropecé con», cada vez más empírico. Quizás esa experiencia que tanto le falta a Alejandro. Pero también cabe apreciar que el poeta moderno está al límite de su propia percepción, y que aunque los dos están formados de manera exhaustiva, Rimbaud está saturado de arte, mientras que Alejandro simplemente parece dominarlo ingenuamente. Inocencia de la sabiduría, culpabilidad del olvido, la ecuación entre tantas juventudes y tantos excesos es siempre antitética.

Wa Al-lâhu a3lam.

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