Bismil.láh al rahmán y rahim
Como en El Mundo se aburren y ya no saben que inventarse, han decidido movilizar a sus fieles en un manifiesto para la defensa del castellano (» por la lengua común», sic), apuntándose al carro de Fernando Savater y compañía. Hasta tal punto que el poeta Antonio Gamoneda, que había apoyado el manifiesto en un primer momento, puso las cosas en su sitio en un divertido artículo publicado en El País, desvelando la confusión y la intencionalidad netamente política de las manipulaciones del comité de redacción de El Mundo, que solo aspira a desgastar a Zapatero en ese terreno y cultivar la siempre rentable catalanofobia. Sin más pretensiones que comentar un poco la cuestión, diré como lo veo yo desde mi perspectiva de castellanoparlante en Galicia, y musulmán a tope.
Si nos atenemos a los hechos objetivos, los esfuerzos de la Xunta para impulsar el empleo del gallego como lengua de la Administración y de cultura chocan contra un coloso imbatible, la inercia mediática de la prensa, por poner un ejemplo muy concreto, y muy ilustrativo. No hay prensa en gallego. Hay artículos esporádicos y de opinión en gallego en el Faro de Vigo, en la Voz de Galicia, en el suplemento de los viernes de la edición gallega de El País, hermosamente bautizado «Luces», pero hoy en día es imposible llevar una vida profesional que implique mantenerse informado sin tener que usar, aunque sea pasivamente, el castellano. Es cierto que la televisión autonómica ofrece informativos en gallego, pero un telediario no sustituye a la prensa escrita, que siga siendo la que marca en ritmo de la actualidad.
En Santiago, la capital, el bilingüismo es absoluto y en absoluto excluyente. Uno puede dirigirse a cualquiera en gallego o en castellano, en la calle, ante un profesor universitario o en una biblioteca, y salvo casos excepcionales de intencionada grosería, el interlocutor responderá independientemente de la lengua empleada en la prengunta en las combinaciones más heterogéneas: en gallego, en castellano, en gallego y en castellano o en gallego con castellano, si percibe que no se ha hecho entender suficientemente. Por lo tanto, no podré creerme que alguien sufra una discriminación sistemática por no hablar gallego, hasta que no lo demuestre con un paquete sólido de evidencias.Y no me valdrá la falsa queja de la obligatoriedad de saber gallego para acceder al cuerpo de funcionarios, porque el gallego es lengua cooficial, y un funcionario en Galicia debe dominar esa lengua cooficial, ni más ni menos.
Más bien al contrario: en un fenómeno curiosísimo y que no deja de producirme cierta perplejidad, se da el caso de que quien no domina el gallego emplea el gallego y quien sí lo habla, por condescendencia, simpatía o simple apetencia de llevar la contraria, insistirá veladamente para que su interlocutor emplee el castellano. Lejos de obligarnos los unos a los otros a expresarnos en la lengua que menos dominamos, parece que jugamos a veces al gato y al ratón:
-Boas tardes, quero deixar os libros
– Muy bien. Déjalos aquí.
Por lo tanto, más que crispación, lo que hay es malicia lingüística. Dominar el gallego estándar (normativizado en la jerga autóctona) es una marca de elegancia y saber vivir, que los gallegoparlantes de toda la vida no están dispuestos a conceder a los arrivistas como yo, pero que no implica ni un posicionamiento político ni una forma de vida reconocible a primera vista. Como mucho, cierta dosis de ironía que resultará imperceptible para lo no-iniciados.
Por supuesto, hay jóvenes que hablan un gallego tan marcado por el coloquialismo y el acento deliberadamente cerrado, que resulta muy difícil entenderlos, pero también sucede en cualquier otro contexto de diglosía entre jóvenes y adultos, y es un fenómeno que tendrá que explicarse en términos sociales más que ideológicos o culturales, y que no se resuelve ni con leyes ni con políticas de choque. Y por supuesto, siempre hay gente que por cortedad de miras será incapaz de entender que uno sea hijo de orensanos e non fale galego. Tontos hay en todas partes.
Por lo tanto, cuando desde donde sea se clama contra la discriminación del castellano en Galicia, no puede dejar de parecerme un tanto ridículo, como también me resulta ridículo que se dé por supuesto que por ser español tienes que ser o a) ateo/agnóstico o b) católico. Nos hemos educado desde pequeños con el conflicto de Israel/Palestina, con el derrumbe del comunismo de los países del Este y con la conciencia del sufrimiento de los países del Tercer Mundo. Más que normal, es casi lógico que muchos hayamos querido levantar nuestras narices un poco más alto (o más bajo) que el eurocentrismo de nuestros mayores, y que en el camino, más de una y uno hayamos encontrado en el Islam, si no una respuesta para todo, sí una forma de relativizar nuestro pequeño mundo y de apreciar que otros países, otras culturas, otros valores bellísimos, también existen, también son nuestros.
Cuando la Junta Islámica Catalana organizó unas Jornadas sobre el Islam y el hecho nacional en Cataluña, sobre el Islam y la identidad catalana plural, apuntó un fenómeno mucho más general que el caso concreto de Cataluña, aunque allí se experimentara, como casi siempre, con cierto adelanto con respecto al resto de la Península: la transformación, la hibridación, la revitalización de la cultura y la vida cotidiana catalana como fruto de la creciente inmigración, islámica, latinoamericana, asiática, africana, magrebí, eslava, etc. La inteligencia de las ponencias de Abdennur Prado, Ndeye Andújar y los demás ponentes se basaba en el énfasis sobre lo que este cambio implicaba de potencialidades positivas para un país en permanente interacción histórica con el Mediterráneo, con Europa, y por supuesto, con el resto de España. En vez de restar y depurar, una vez más, se trata de sumar, de conocerse, conocer y dejarse conocer. Sin eludir las dificultades intrínsecas al fenómeno económico, social, comunitario, ni negar las posibles tensiones emergentes, pero sin alentarlas ni alimentarlas con exclusiones e identificaciones exacerbadas por el ombliguismo egoísta.
Y Al.lâh, que ama en gallego, catalán, vasco, castellano y en todas las lenguas, es mucho más sabio.
Wa Salam
Youtube. Busca Miñomán.
De nada.