Héroes de la edad de la abundancia distribuida


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Cargado originalmente por abenyusuf

Bismil·lâh al rahmán y rahim
Ya sea viendo una película francamente entretenida y bastante bien realizada, como «Master and Commander » de Peter Weir, que pusieron en la tele en Antena 3, o escuchando «Don Juan» de Mozart, como retransmitieron desde Barcelona, en una escenografía de Calixto Bieito, o cuando, como estos días, me pongo a poner ideas sobre Wagner, o cuando este verano estuve un poco metido en Beowulf, o en el Alejandro Magno, o pensando a raíz de un artículo en un buen western de John Ford, el caso es que siempre estamos con el héroe a cuestas. ¿Qué es un héroe en el silencio de la incertidumbre? Una respuesta ingenua.
Los héroes comienzan cuando acaban las personas. Cuando uno ya piensa más en el pasado que en el presente, pertenece a la categoría persona. Cuando una sueña más con el presente que con el futuro, adquiere el pasaporte para ser héroe en el mundo-cuerpo. No necesitará viajes, ni una joya única, ni un astrolabio para orientarse en el Pacífico. Bastará con que sea un escritor dispuesto a no retroceder ante la editorial, un músico con ganas de milagros o un actor que reserve sus sonrisas para la película.
En la edad de la abundancia distribuida, el héroe es rico en frases inventivas, sagaz en sus réplicas y esquivo en sus derrotas ante las corporaciones toxicoespectaculares. Las grandes marcas irán siempre detrás, nunca le alcanzaran las babas de los productos farmaceúticos, los cuerpos de los jóvenes invertebrados ni las ofertas baratas del seguro para coche, porque no tendrá que conducir, porque viajará en tren, recorriendo las estaciones y durmiendo en las puertas traseras de los palacios. Porque será un cobarde.
El héroe hundirá en las aguas de la circulación de informaciones unas manos ensangrentadas con las guerras ilegales. No serán sus manos, pero las lavará como si lo fueran. El héroe se aprenderá los ritos cherokees para comunicarse con los antepasados, y les preguntará sólo una cosa: ¿cuál es el ruido de la incertidumbre? Le darán una respuesta más complicada: el sonido del fuego cuando se enciende. El héroe extenderá sus frases con más posibilidades, por muy estrechas que sean y por muy insensato que sea su porvenir en los entresijos del silencio de la secuencia escrita y más tarde olvidada. El héroe dejará de ser héroe para distribuirse en las abundantes personalidades de otros candidatos a la trepidante aventura de la disolución en las tinieblas de la conciencia de un autor X, sin que sea de ninguna generación o adscripción politicolingüística.
No quiero héroes buenos ni malos, quiero héroes paradójicos, pesimistas, un tanto agresivos y muy acomplejados. Para que interpreten las historias de sus aventuras como posts de los blogs que aparecerán dentro de unos cuarenta años.
Wa Al·lâhu al-Latîf

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