Diálogo de civilización

Bismil·lâh al rahmán y rahim

Merece la pena ver un video de diez minutos en webislam, El Legado Andalusí: Ibn Jaldun. Está rodado por La 2, y probablemente debió salir en el programa sobre islam del domingo por la mañana. Se trata de una entrevista (sin las preguntas) a Don Rafael Valencia, arabista, profesor y director del Grupo de Investigación Ixbilia al que pertenezco, que habla en nombre de la Fundación del Legado Andalusí sobre la figura de Ibn Jaldun,  en un patio interior de los Reales Alcázares de Sevilla. Transmite la sensación de que la conversación fue muy agradable, porque habla sin prisas y disfrutando del momento.

Cuando más habla de Ibn Jaldun es al principio. Como ha traducido una antología de la Muqaddima, diserta con una seguridad envidiable sobre los principales parámetros en los que se inscribe la obra del historiador tunecino de ascendencia andalusí. Estos van del ser humano mismo en su comportamiento social, económico y cultural,  hasta las artes que practica y qué lugar tienen en nuestra existencia. Se atreve mucho diciendo que Ibn Jaldun explica mejor el siglo XXI que los historiadores neoconservadores que denosta reiteradamente, tildándolos de solo buenos para augurar catástrofes. Más se acomoda al tono benevolente cuando subraya la existencia de múltiples lazos hoy con Marruecos. Y aprovecha sin rubor estar en el mismo espacio en el que el rey Pedro acogió a Ibn Jaldun para dar de todo lo que dice una idea fuerte: no se trata de encuentro de civilizaciones, dando por hecho que seamos tan diferentes, como de diálogo de civilización, lo que ocurre entre vecinos que se tratan, discuten, pasan la vida juntos y hacen de ella la forma más digna de entenderse a sí mismos como personas.

Ibn Jaldun es un bastión irreductible al ataque de sucesivos intentos de aprovechamiento político (hegelianismo de la historia, racismo, nacionalismo, marxismo, islamismo, arabismo, andalusismo y cosmopolitismo, etc.), aunque el discurso que genera la aproximación del Legado Andalusí tiene la virtud de la perspectiva que da la cordura de las personas con cierta madurez intelectual que lo dirigen. Saben que conviene no cargar las tintas, y no hacer de Ibn Jaldun un Henry Dunant, sino valorarlo como una personalidad que sospecha del mundo, y que nos permite sospechar todavía de sus configuraciones sociales, la mejor forma de descubrirlo, In shâ’ Al·lâh.

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