«[…] en un club de escritores. Le gustaba decir que venía de Chicago. Escribía novelas que si tengo que opinar en base a cómo me las contaba durante el desayuno, le salían con una facilidad sospechosa, aunque el problema que tengo es que me cuesta imaginar personajes útiles para la trama, mientras que él se sacaba de la manga a malos ricos que le ayudaban mucho a acelerar las historias. Fuimos juntos hasta el jardín. Me quedé mirando la fuente, y él aprovechó para presentarme su propuesta, que consistía sencillamente en dos etapas, una de puesta en común de nuestras notas sobre los traficantes, en la que asumiría el riesgo de poner más de mi parte, […]. La segunda sería la redacción de un repertorio de secretos descubiertos o por descubrir.»
La maniobra de despiste de Pete C. Morris
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