Crónica de una derrota anunciada (Occidente en Afganistán): parte II: la ingenuidad del pacifismo internacionalista de izquierdas, el caso de Tariq Ali, y la solución islámica via Arabia Saudí

Bismil·lâh al rahmán y rahim
A continuación presento mis notas sobre el editorial de Tariq Ali para the New Left Review, Mirage of the good war, publicado en marzo de 2008, que me señaló este fin de semana Carlos Sardiña, a quien agradezco mucho su amabilidad y dedicación a la reflexión. Todo lo que digo aquí es responsabilidad estrictamente mía, que no implica a nadie más, ya sean musulmanes españoles o lectores de este blog. Me he basado en la traducción española disponible en documento pdf en la misma dirección.
Afganistán: el espejismo de la guerra buena
Introducción a mi análisis:
Creo que el tipo de análisis de Tariq Ali, marcado por toda su experiencia de militante de izquierdas y antiimperialista, adolece de una ingenuidad que se puede rastrear en otras grandes figuras de la izquierda progresista, pensando por ejemplo en Noam Chomsky (recuerdo cómo sugería que fuera Irán quien invadiera Iraq en 2003) o en Ralph Nader, eterno candidato verde a la derrota electoral en las presidenciales norteamericanas. Se trata de personas con gran capacidad de indagación, que a menudo ven con toda su crueldad el ejercicio de la fuerza de los EEUU y otras potencias imperiales, pero que son absolutamente incapaces de considerar posibilidades reales de otros equilibrios. En el caso de Tariq Ali, eminente experto de la historia del subcontinente indio y de Asia Central, así como de la historia de las luchas sociales obreras y antiimperialistas mundiales en el siglo XX y princiops del XXI, se estrella él solo en una propuesta de salida que no sé cómo él mismo no ve que no tiene ninguna posibilidad. En este largo editorial que dedica a la guerra de Afganistán, traza un panorama excelente de la situación, pero se atreve en dos párrafos finales a esbozar una solución que pasaría primero por la salida de la OTAN (hasta ahí de acuerdo) y después por una reconciliación nacional protegida por las potencias de la zona, -cita a China, Irán, Pakistán, Rusia y la India-, que no solo no tiene ningún fundamento en el terreno sino que se basa en la exclusión de unos actores occidentales para dejar paso a otros, sin abordar precisamente lo que él mismo casi caracterizó a la perfección, y que paradójicamente no nombra, el carácter de ofensiva islámica -pese a toda el drama que supone para el resto de los musulmanes- de la próxima victoria de los talibanes en Afganistán. La retirada de la OTAN que desde Europa debemos exigir a nuestros gobiernos debe negociarse con quienes pueden financiar un gobierno de los talibanes, Arabia Saudí, para obtener de estos que garanticen una viabilidad del régimen oscurantista, y que con ellos podamos poco a poco, trato a trato y sin imposiciones, influir en su islam desde nuestro islam democrático. Un eje islámico de rivalidad y, llegado el caso, de defensa. Es todo lo que el islam nos permite y les permite a ellos. En ese sentido, es también la ruptura de la OTAN, desde la ciudadanía y la fuerza de la movilización islámica en los países democráticos, para marcar la agenda internacional de esos mismos países posoccidentales. No es más fácil que la propuesta de Tariq Ali, pero tiene la claridad de las ideas firmes, basadas en el islam, lo que prohíbe y lo que permite, en vez de poner las esperanzas en regímenes dictatoriales como Rusia o China. A continuación reproduzco citas de su editorial, con comentarios míos.

«Tanto para los Verdes alemanes como para Laura Bush y Cherie Blair, se trataba de una guerra por la liberación de las mujeres de Afganistán».

Efectivamente, y no solo para esas primeras damas y los Verdes (hoy desaparecidos en combate) la cuestión de la liberación de las mujeres, dada la opresión masiva de género, la persecución oficial propia del nazismo de una parte de la población, es decir, el ginocidio que practicaban los talibanes, ha podido suponer un motivo suficiente en Europa y los EEUU para creer que la solución era una guerra. Pero todo lo que sabemos de la situación de las mujeres es que ahora además son violadas en cárceles del gobierno, asesinadas en bombardeos de las fuerzas aéreas estadounidenses. Las mujeres no pueden ni tan siquiera pedir socorro a la policía. El feminismo debe ver estos hechos en vez de negarlos invocando la necesidad de hacer algo, porque ese «hacer algo» se ha agotado en la esterilidad de los métodos: ONG, publicaciones, prensa, y silencio sobre el carácter imperialista de la guerra misma.

«A medida que los atentados suicidas aumentaban en Bagdad, Afganistán se convertía –para los demócratas estadounidenses, deseosos de demostrar sus credenciales «securitarias»– en el «verdadero frente» de la guerra contra el terror, defendida por todos los candidatos presidenciales estadounidenses en la carrera hacia las elecciones de 2008,
con el senador Obama presionando a la Casa Blanca para violar la soberanía pakistaní cuando fuera necesario.»

Efectivamente, en mi blog puse mis palabras de entusiamo por Obama, y he creído apoyarle a mi manera, y aunque el discurso del futuro presidente Obama puede ser bueno en general, se equivoca estrepitosamente en la cuestión de Afganistán. Dejando al margen lo que pueda hacer en Iraq, lo que ya está diciendo que va a hacer en Afganistán es un horror. Sugerir que la salida está en la voluntad y el impulso bélico a estas alturas -siempre, en realidad- es de una ceguedad condenable. Quiero que Obama sea presidente, pero asumo que tendremos que oponernos a su política desde el primer día.

«Tres años más tarde, cuando el caos se intensificaba en Iraq, Afganistán se convirtió por comparación en la «guerra buena».»

Efectivamente, he sido testigo, he participado yo mismo en toda la retórica de la guerra ilegal frente a la guerra de la ONU, poruqe parecía que así se podía parar desde la cordura, -desde la ingenuidad habría que añadir-, la invasión de Iraq. Estuve en contra de la guerra, me manifesté ese invierno del 2001, esa primavera del 2002, me hice musulmán por indignación de lo que pasaba allí y en Palestina, me acuerdo perfectamente, pero el respeto de la ONU, ciertamente, es todo el núcleo de mentira que encierra el carácter cristianosionista de la guerra misma.

«Los fondos de reconstrucción desaparecen en los bolsillos de los amigotes o se gastan en pagar los breves contratos de asesores occidentales.»

Sí, la verdad de la corrupción es esa, cuando el dinero pasa de mano en mano sin control democrático, y en nombre de buenos principios, se alimentan las redes clientelares.

«Aunque puede que ya sea demasiado tarde, la respuesta es invertir más tropas y más dinero: «muchos miles de millones» durante «muchos años», en opinión del embajador estadounidense en Kabul.»

El autor añade acertadamente a renglón seguido  que la alternativa que se contempla, también desde los sectores demócratas y desde el seguidismo europeo, es presionar o invadir Pakistán, como si no fuera Pakistán la víctima colateral de toda la corrupción y tráfico de armas e influencias que acompaña a esta guerra.

> Fracasos políticos
Tariq Ali abre un impresionante abanico de pruebas que demuestran la acumulación de todos los errores repetidos desde la ONU, los países europeos que se comprometieron en ayudar a Karzai y las ONG, que desgraciadamente lejos de ser solo la canalización independiente de la solidadridad internacional, de los ciudadanos de a pie, actúan según unos criterios fijados de antemano por sus propias prioridades.

«[…] una Administración civil sin control sobre la planificación o la infraestructura social, que están en manos de ONG occidentales […]»

Y ese es otro de los problemas más profundos, que se aplica a Afganistán en este caso, pero que vale también para África: la omnipotencia de ONG que contando con presupuestos más importantes que los de los propios estados soberanos, privatizan de forma encubierta y neocolonialista todo aquello que debe ser responsabilidad de los gobernantes. Más allá de la derrota a largo plazo que supone no crear las estructuras políticas de control democrático, al delegarlas en extranjeros que no nombra la población, es una derrota concreta para la población, que no tiene más camino que venderse a las ONG, o quedarse al margen de las decisiones sobre la gestión en su propio país.

«La corrupción y la brutalidad de la recién creada Policía Nacional afgana es uno de los motivos que a los ojos de muchos explican también el giro de la población contra el gobierno de Karzai.»

Me ahorro reproducir la biografía escandalosa de Karzai que traza perfectamente Tariq Ali, los negocios con el narcotráfico de su hermano, la agenda propia de las petroleras americanas en la zona que tienen en Karzai a su hombre de confianza. Me basta con mencionar ahora además que Karzai, que lleva ya seis años en el poder, probablemente no lo suelte hasta que no se lo quiten los talibanes por la fuerza, cosa que sucederá con enormes costos en vidas humanas.

> Nuevas desigualdades
Los análisis de Tariq Ali en esta parte son también sumamente importantes, porque enlaza el pauperismo y la crisis de la vivienda en Kabul, estudiado desde sus causas externas, con la superestructura de la globalización de la miseria.

«Los fondos occidentales son desviados para construir estrambóticas viviendas para los encargados autóctonos de hacer el trabajo sucio de las potencias occidentales.»

Y quien quiera imaginarse qué se podría haber construido con ese dinero malversado, debe antes aceptar que lo primero es cortar el grifo de quienes se aprovechan de la miseria general. Desgraciadamente, el trabajo de control de contabilidad, es muy aburrido, y solo lo realizan quienes tienen mucho interés en que se efectúe bien, es decir, el sector privado cuando se trata de sus propias cuentas personales.

«Los crecientes asentamientos chabolistas de Kabul, donde la población ha aumentado ahora a una cifra aproximada de 3 millones de personas, son una muestra de la crisis social que se ha tragado el país.»

El éxodo rural es el síntoma de la precarización absoluta de la vida de los campesinos. Apiñarse en una ciudad como Kabul es para ellos aumentar las expectativas de que al acercarse al dinero les caigan de refilón algunas migas. Esa es la esperanza que ha aportado la misión occidental en las montañas.

«Se estima que unos 10.000 miembros de ONG han convertido Kabul en el Klondike durante la fiebre del oro, donde han construido bloques de oficinas, han forzado el aumento de los alquileres, viajan en todoterrenos blindados y se gastan cantidades extraordinarias del dinero ajeno, esencialmente para sí mismos. Sólo reciben órdenes de una agencia lejana, pero lo mismo sucede con el ejército estadounidense, la OTAN, la ONU, la UE y el gobierno afgano, supuestamente soberano.» citado de Simon Jenkins, «It takes inane optimism to see victory in Afghanistan», The Guardian, 8 de agosto de 2007.

Esta cita es particularmente sangrante, porque estamos quemando a generaciones  de jóvenes bien formados, muchas veces chicas con un gran sentido de la solidaridad, que salen al extranjero con las mejores intenciones, después de difíciles estudios, y los metemos en esos atolladeros en los que solo aprenden a acostumbrarse a recibir dinero, callarse, aguantar y medrar en la gran mentira del humanitarismo sin cortapisas democráticas.

> ¿Un incremento de tropas en Afganistán?
En esta parte, Tariq Ali desmenuza sin contemplaciones la deriva represiva, decimonónica y al mismo tiempo deshumanizada, de la guerra que, como dijo Baudrillard para la primera guerra del golfo, no existe, puesto que no sale en nuestras pantallas.

«La represión deja a la gente sin más opción que la de apoyar a los que intentan resistir, en particular en una parte del mundo en la que la cultura de la venganza está arraigada.»

Igual que en Iraq, cabe añadir, o en Palestina, cuando la población confía su defensa a Hamás. El elemento que se evacúa, quizás por miedo a alimentar la islamofobia, es que entodos esos casios el islam sí aporta esa dimensión de deefensa de la población frente al invasor. Chechenia no es una casualidad, no lo el el frente moro en Filipinas (con todos sus excesos terroristas), como no lo es en Somalia contra la invasión etíope.

«[…] los ataques devastadores por parte de aviones «zánganos» no tripulados del ejército estadounidense.»

La israelización de las guerras usamericnas se confirma en estos detalles del asesinato sin intervención humana. Es la deshumanización del acto de dar la muerte al Otro ultralterizado. El problema de la conciencia irreductible de los militares como personas se esquiva alejándolos a cientos o miles de kilómetros de las víctimas mudas y sin rostro de sus acciones rutinarias.

> Viejos modelos
Sí, viejos modelos, acierta otra vez Tariq Ali. La guerra de Afganistán que comenzó en el siglo XXI es el elixir de todas las miserias bélicas de los imperialismos europeos, del orden global usamericano de la Guerra Fría y de la restauración ahora en nombre del humanitarismo de las coartadas que justificaron los mayores atropellos de los derechos humanos cometidos en nombre de la civilización en el XIX y el XX. Quien quiera, que ñada además el subconsciente perverso de las Cruzadas medievales.

«Aún no sabemos lo que quedará de Kabul cuando los actuales ocupantes se retiren finalmente, pero la creciente masa de asentamientos ilegales miserables indica que se dispone a convertirse en una de las principales nuevas capitales del «planeta de ciudades miseria».

Cfr. Mike Davis, «Planeta de ciudades miseria», NLR 26 (marzo-abril de 2004), p. 13.

Kabul emula así a Bombay, a Mogadiscio, a las ciudades de la miseria que afortunadamente desaparecen en América Latina, gracias al empoderamiento democrático de los destinos colectivos en Colombia, Venezuela o Perú. En cambio en África y en Asia, no cesan de crecer las ciudades de la pobreza, donde el crimen, la violencia contra las mujeres y la falta de perspectivas compiten con el envenenamiento, las enfermedades y la muerte por inanición.

«La ocupación occidental de Afganistán se enfrenta ahora a cinco problemas aparentemente intratables e interrelacionados. Los fracasos sistémicos de su estrategia de «construcción de la nación», la corrupción de sus agentes locales, la creciente alienación de grandes sectores de la población y el reforzamiento de la resistencia armada se ven agravados por las distorsiones provocadas por la industria del opio y la heroína en la economía del país.»

Es sintomático que ya aquí Tariq Ali articula todos estas causas sin precisar el principio que las alimenta: una resistencia jihadista oscurantista, pero coherente y con tremenda capacidad para confiar en su victoria. Boicotean esa «construcción de la nación», castigan la corrupción, asimilan los aportes espontáneos de la población, racionalizan su estrategia de guerrilla armada, con terrorismo incluido. El consumo y no solo la producción de opio y heroína se está llevando por delante a miles de jóvenes, que solo se desengancharán con una cura de desintoxicación basada en la disciplina antihedonista de los talibanes.

> Los objetivos de la OTAN
Última parte del largo editorial, en la que Tariq Ali evidencia que la OTAN no solo ha engañado, sino que se sigue engañando. Se está empeñando en continuar con una guerra que comenzó mal y continúa peor, y que solo puede perder. Es en esta parte donde Tariq Ali formula su ingenua propuesta de regionalización de la solución pacífica. Que ni tan siquiera contemple el papel que pueda tener en el futuro Arabia Saudí es extraordinario, y obedece tal vez a una añoranza del ideario nunca desactivado totalmente en ciertos sectores de la izquierda de un renacer del socialismo en Asia.

«Describir la invasión como una «guerra de autodefensa» para la OTAN constituye una burla del Derecho internacional, […] una excusa para un impulso militar estadounidense sin restricciones en Oriente Próximo y en Eurasia central.»

La OTAN  es efectivamente el estamento que condensa toda la ambición de grandeza y toda la miseria asesina en la que están embarcándose, por añadidura, las débiles democracias europeas. Por ello, el futuro de esta guerra no concierne solamente la derrota de los ejércitos occidentales, sino el modelo de Occidente como ejército en el exterior. De toda esta futura crisis de proporciones globales deberá salir una nueva conciencia posoccidental, liderada por los sectores musulmanes democráticos, que vean su lugar en el mundo con la responsabilidad y la seguridad de unos principios universales, en auténtica coherencia con los Derechos Humanos, pero que no necesiten ni enunciarlos, puesto que serán el programa implícito de todas y cada una de las acciones políticas de transformación social que vayan impulsando.

«[…] la balcanización del país.»

Última tentativa, en efecto, de Occidente para salvar la visión del espejismo que tanto le reconforta en su tiniebla moral e intelectual: dividir Afganistán, usar a unas etnias o unas trendencias históricas del islam parea fomentar luchas intestinas que desvíen del problema común. No cabe duda que el oscurantismo y el fanatismo de Al-Qaeda, aliados de los talibanes, no son ningún antídoto contra esa estrategia escapista que se plantea una OTAN agobiada y sin ideas. El tiempo dirá si aún tendremos que vivir esa fase dolorosa de muertes y masacres.

«La alternativa exigiría una retirada de todas las fuerzas estadounidenses, precedida o seguida de un pacto regional para garantizar la estabilidad afgana para los próximos diez años. Pakistán, Irán, India, Rusia y posiblemente China podrían garantizar y respaldar un gobierno nacional en funciones, comprometido a preservar la diversidad étnica y religiosa de Afganistán y crear un espacio en el que todos sus ciudadanos puedan respirar, pensar y comer todos los días. Sería preciso un plan socioeconómico serio para reconstruir el país y proporcionar las necesidades básicas para su pueblo. Esto no sólo iría en favor de los intereses de Afganistán, sino que sería considerado como tal por su pueblo, física, política y moralmente agotado por décadas de guerra y dos ocupaciones. La violencia, arbitraria o deliberada, ha sido su destino durante demasiado tiempo. Quieren que termine la pesadilla y que no se vea reemplazada por otro tipo de horrores. Los extremistas religiosos no tendrán una verdadera influencia sobre el pueblo si deciden romper una paz consensuada y dar comienzo a una yihad para recrear el emirato talibán del mulá Omar.»

He aquí la confesión de Tariq Ali de su propio autoengaño. ¿cómo es posible que escriba estos deseos bienintencionados y no se atreva a desmenuzarlos, a ver lo ridículo que es pensar en Pakistán y la India actuando coordiandamente, pensar que China pueda querer sustituir a los americanos en ese pozo de explosiones suicidas y ginocidio, que Rusia, después de masacrar y tener una guerra imperial propia en Chechenia, pueda aportar nada positivo al respecto en Afganistán? Miseria, cobardía, ingenuidad. Ese es el lema inconfesado de la izquierda pacifista internacional, que piensa las guerras correctamente hasta que llegan al momento de proponer una opción de salida. ¿Dónde está Arabia Saudï en ese programa? ¿Irán, rival de los talibanes, va a conseguir un modelo alternativo a estos dentro y con la población de Afganistán? Parece una broma. A lo sumo, Irán podrá preocuparse de que sus fronteras del este no se conviertan en otro frente de la guerrilla talibán. Está aún por ver.

«Una retirada de la OTAN facilitaría un proceso de paz serio.»

O no. Ni siquiera estoy seguro de que al retirarse la OTAN no se produzcan peores matanzas. En cualquier caso no tendrá más seriedad que el puritanismo de los talibanes. Y cuanto antes este puritanismo se dulcifique con los petrodólares saudíes, para dar pie a una muy futura transición dentro del rigorismo islámico, mejor.

«La solución es política, no militar. Y se halla en la región, no en Washington o Bruselas.»

La solución no es ni política ni militar, es islámica, aunque no le guste y no guste tampoco a Occidente. No se hará sin la región, sin lo que suceda en Peshawar, en Tashkent o en Teherań. Pero dependerá también y habrá que contar con Riad, Doha, y Bagdad. Y por supuesto, si el feminismo y la izquierda quieren hacer algo por las mujeres afganas, ya puede ponerse a trabajar con el débil y despreciado feminismo islámico. En Europa, en EEUU, nos espera a los musulmanes una dura responsabilidad de peso: defender la retirada de la OTAN, abogar por la tutela por parte de nuestros adversarios saudíes de los talibanes al poder en Kabul y el resto del país, propiciar el establecimiento de puentes difíciles con ellos y creer en nuestras posibilidades de llevar con éxito la próxima revolución de Occidente: su desoccidentalización y entrada en una era posoccidental, es decir, auténticamente democrática y respetuosa de la vida de los no-occidentales, in shâ’ Al·lâh.

Wa Al·lâhu a3lam.

2 comentarios

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2 Respuestas a “Crónica de una derrota anunciada (Occidente en Afganistán): parte II: la ingenuidad del pacifismo internacionalista de izquierdas, el caso de Tariq Ali, y la solución islámica via Arabia Saudí

  1. Assalaamu alaicum y van tres hoy 😉

    ¿Desde cuándo dices que el Islam no es político? (lo que te decía de mi racha reduccionista)

  2. Hola, Taliba, wa alaikum assalâm,
    Siempre he dicho que el islam es político, efectivamente, pero cuando Tariq Ali habla de soluciones políticas, no está pensando en el papel islámico de Arabia saudí. Estoy hablando del Islam con mayúscula, el que no nos va, pero el que está ahí, el de Arabia Saudí, los talibanes, los islamistas pakistaníes y todos los del contexto afgano.

    Yo lo que quiero plantear desde ya es lo que vendrá después de la derrota y retirada de las tropas de la OTAN. Ganarán los talibanes, independientemente de lo mal que nos parezca. Y entonces ¿qué? pues yo planteo: los talibanes además del apoyo usamericano tenían una tutela saudí. Que la ejerzan ya, y vamos pensando en otra cosa que no sea mandar más tropas, como predica Obama.
    Ma’a assalâma.

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