Bismilah al rahmán y rahim
La matanza que están perpetrando los terroristas sionistas en uniforme en Gaza señala un punto de no-retormo en el terrorismo de Estado de Israel. La frontera ya había sido rebasada en realidad durante los sesenta años de belicismo y apartheid, comenzando con la primera depuración étnica en 1948. Pero el contenido escalofriante de eliminación física de la operación «Plomo fundido» nos remite al proceso excepcional de un genocidio acelerado, frente al genocidio lento de otras décadas. La máscara de democracia ha caído definitivamente, y se está llevando por delante no solo a la agonizante democracia americana, que no ha sobrevivido a la cobardía y el cinismo de Obama, sino también a la federación débil de democracias europeas. Podemos hablar de una cristalización definitiva del terrorismo de Estado como elemento intrínseco de los sistemas sociopolíticos occidentales que, en mímesis con Israel, se encierran en su programa antihumano. Las dictaduras clásicas del no-Occidente, Oriente, facilitan la tarea de estigmatización de las víctimas despojando ya a los ciudadanos de cualquier rasgo de su dignidad. En ese sentido, el tirano Mubarak hace méritos de carnicero oriental y orientalista cerrando la frontera a la ayuda humanitaria. Occidente le paga y le arma. El orientalismo se está mutando irremediablemente en oscuro y maldito culto a la muerte. Los palestinos masacrados en Gaza suponen la vergüenza de Occidente y Oriente. Pero la humanidad no es ni de Oriente ni de Occidente, y de la dolorosa lucha por resistir saldrán los fundamentos de un nuevo mundo. Los mártires palestinos son nuestro presente, y serán nuestra memoria. Con su recuerdo tomaremos fuerzas para seguir luchando, in shâ’ Allah.
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