«[…] A partir de ahí, l’Eixample ha sido nuestro. Mientras recorríamos Diputación y virábamos por Calabria, docenas de vecinos se asomaban a sus balcones contemplando nuestro avance, el de más de diez mil personas gritando “llibertat d’expressió, policia no!” y “Què direm, què direm? no a Bolonya, no a Bolonya! Què farem, què farem? lluitarem, lluitarem!” y nos aplaudían, mostraban pancartas, nos tiraban flores o improvisaban caceroladas en señal de apoyo. […]
(via corriente [a]lterna, Interseccion[e]s)