Bismilah al rahmán y rahim
Decía Arthur Miller que un comunista pod(r)ía serlo cualquiera («a Communist could be anybody»). Pensando en el racismo que se ceba con los temporeros africanos y en concreto con los negros en Italia, uno no puede dejar de sentirse o muy humano o muy mal de la cabeza. El siglo XX tuvo su Majdanek y su Auschwitz-Birkenau. Cualquier comparación por ese lado está fuera de sentido, fuera de lugar, pero una tristeza enorme se apodera de nuestras consciencias. ¿Qué decir de la explotación (cadena mafiosapornocapitalista), la violencia de los fusiles en manos de patriotas, que no recuerde el KKK, cómo no comparar a Roberto Maroni, Ministro italiano, con Eichmann, o con un sencillo y estúpido guarda de las SS? ¿Por qué vemos como excepcional solamente lo pasado, lo sucedido en el siglo XX, como si lo que sucede en 2010 no fuera historia? ¿Acaso el dinero de Berlusconi y sus amigos no está en los mismos bancos suizos que guardaban a salvo el dinero de los nazis? O somos todos humanos e Italia nos avergüenza en lo más íntimo, o no sabemos qué nos pasa, estamos tan desorientados que no podemos expresar nuestra incomprensión.
Somos efectivamente extranjeros, pero que se quede BHL con Albert Camus, que ya tenemos bastante con lo que vemos en la prensa. No se trata de ganarnos el paraíso de los buenos sentimientos antirracistas, sino de tomar las riendas de nuestras decisiones. Denunciamos o no denunciamos. Observamos y callamos, o a quién se lo decimos. A quién hay que poner a parir. Aquién hay que insultar. Yo creo que es necesario insultar todos los días un poco más al grtan mafioso protector de todos los mafiosos italiamos, he nombrado a Berlusconi, y desear a Sharon unos diez años más de agonía en el coma en el que lleva ya más de cuatro años (desde el 4 de enero de 2006). Porque existe una continuidad entre el bracero explotado africano en Italia y los palestinos, y existe una continuidad entre nuestros insultos y la resistencia anticapitalista que se organiza en todos los sectores de la sociedad civil occidental, que a su vez estrecha puentes con la sociedad civil en países latinoamericanos, asiáticos y africanos.
¿Es Italia un país racista? No, no lo es. Pero hay un gobierno y unas instituciones locales, regionales, y una poderosísima red mafiosa que utilizan el racismo como mecanismo de explotación capitalista de la mano de obra ilegalizada, en un afán de lucro que recuerda el del partido nazi con el antisemitismo. Pero no solamente en Alemania había antisemitismo, sino en toda Europa y en los EEUU, y no solamente en Italia hay hoy en día racismo lucrativo. Señalar Italia es una táctica, pero la estrategia abarca un frente internacionalista contra el capitalismo en todas sus formas. Las bromas e insultos contra Berlusconi (y Sharon) deben proliferar para llenar las mentes de la ciudadanía. Mientras el poder siga en manos de este personaje grotesco y asqueroso, toda movilización contra su persona y dignidad será oportuna. Sin excepciones, salvo las violentas. Marx renacerá en Italia sobre la tumba del berlusconismo.