«El fenómeno de los musulmanes autóctonos en Granada no tiene más de veinte años, son un grupo pequeño en relación al conjunto de la población, y la mayoría tienen procedencias intelectuales y contraculturales. Estudiarlos es un absurdo; no hay nada que estudiar, es como si lo ponen a investigar para una tesis doctoral el comportamiento de sus compañeros de clase de un grupito de extrema izquierda o derecha. No hay substancia.»(J. A. González Alcantud 2002: 211)
Los musulmanes de Granada actuales son los espejismos fabulosos de una ciudad romántica para los turistas perdidos de países ricos. Los musulmanes de Granada no merecen la pena. Investiguemos el turismo occidental en los paisajes marroquíes. Viajemos a Marruecos en grupo, para llevar prosperidad y desarrollo. Hagamos tesis sobre la pujante vitalidad del sector del turismo en el reino de los descendientes del Profeta (s.a.s.), sobre las fuertes inversiones de los grupos españoles y franceses en nuestro vecino del Sur. No he podido entrar en Granada por la puerta común, porque todo en Granada es la puerta de los reyes, y así no me extraña que los reinos de cielo no tengan sombra en estos cementerios. La borrasca de formas barre la ciudad de las mentiras. No hay más alemanes en Granada que marroquíes, y sin embargo el capitalismo ha hecho que los jinetes del desierto tengan que circular en todoterrenos. La ayuda humanitaria para los claustros no llega a tiempo. No nos queda nada en al-Andalus, pero siempre estará el Sur, siempre Marruecos, país “musa y revulsivo” de la España contemporánea.