Los nuevos escritores tendrán que narrar el mundo post-11-S, la gran fantasmada de los Patriot Act, las guerras con variables estructurocomputacionales, las efervescencias de la manipulación del cuento chino no ya distópico sino sencillamente protofascista, el berlusconismo adentrado en las hemerotecas de la alta cultura. Las mejores frases traerán a colación figuras de gemidos por la decencia («la culpa es de Aznar y de Fraga, y si me apuras de la derecha de este país» se dirá), un insensible suspiro de fidelidad al género humano («no son todos tan bobos»), la huella de un arrepentimiento por el desastre de la mercantilización de los gestos de humildad («perdón, perdón, no sabíamos»), la dura condena de la miseria de las insinuaciones vaticanas. Los defensores de un prosa comprometida harán faenas de hambrunas de sexo con amor, efectos especiales de simbolismo indigenista y un maratón de dudas y preguntas dirigidas a los mercaderes del crimen: ¿Para quienes esas armas? ¿En qué urbanizaciones? ¿Con cuales cómplices dentro del PP, o incluso dentro del PSOE? saldrán a la luz kilómetros de organigramas como metáforas del gamberrismo con corbata, la kaleborroka de la pijamadrid en su reconquista de los caminos de la Gürtel espiritual.