Contra Najwa, su afán de notoriedad, los quince minutos de gloria de Warhol multiplicados hasta la saciedad. ¿Cómo puede hablar de sumisión a Dios cuando su comportamiento, como el de cualquier chica que haga del velo que lleva una batalla, es de soberbia, de engreimiento. Valiente humildad, que posa ante las cámaras, valiente apoyo el del padre, el de las asociaciones musulmanas, valientes todos, la derecha sacando sarkozysmo, el ridículo seguidismo de la izquierda de Público atacando de paso el velo en sí, siempre a la carga, los hombres una vez más diciendo a las mujeres cómo deben vestirse, los de izquierda invocando la tradición laica francesa, por favor, por favor, por favor.
Sandeces y más sandeces, de Gema Martín Muñoz, de los columnistas y los guerreros, los laicos, los pro-libertad de elegir en un caso de una menor que no puede saber, por edad, qué quiere hacer de su vida, si pasto fácil para la telebasura, víctima oportuna para la islamofobia patria o una mujer libre y con bachillerato que podrá vestirse como quiera dentro de unos pocos años. Pero no, tiene que ser ya, ante las cámaras, ante la prensa, en directo, con la baba de los puteros colgando, ¿se desvelará, no se desvelará?
Niego el debate, me mancho las manos insultando a todas y todos, musulmanes y cristianos, ateos, laicos, todo el que opine en este tema, yo mismo desgraciadamente y forzado por la ola de vómito colectiva, participamos en un acto miserable de voyeurismo impúdico que no tiene nada que ver con el islam, la fe, la laicidad y la libertad. Nada.