El uso de las artes, con todo el maltrato que se les inflija e independientemente de los fines a los que se las quiera plegar, no puede ir sino a la par de frecuentaciones dudosas y admiraciones sospechosas. Es demasiado fácil seducir un mundo cultural olvidado ya por la historia. Al lado de semejante virgen de propedéutica, un bonito lugar queda reservado en las letras francesas para el escándalo, los chicos malos, el modernismo. Nadie tiene la exclusiva. (1952, 1955, p. 71)