Primera parte: El futuro en llamas
1. No había pasado ni una semana desde la muerte de dos taladores en el incendio de Fornelos, el viernes 13 de Agosto de 2010, que ya la Guardia Civil y detrás el diario El País optaron por la vía fácil de señalar un chivo expiatorio para echarle, literalmente, los muertos encima: han elegido al punto más vulnerable desde el punto de vista humano, el capataz, que además era amigo y compañero en el frente de llamas de los fallecidos. El verbo empleado por el periodista incluye la insidia, la acusación, la calumnia. El capataz habría «dejado», entiéndase abandonado, a los dos «brigadistas», es decir taladores, porque así estaban contratados por la empresa pública SEAGA, la encargada de luchar contra los incendios. En realidad, la actuación del capataz siguió estrictamente el protocolo de actuación. No los dejó ni los abandonó, no fue un desaprensivo que se retiró preso del pánico, no fue un cobarde, sino que actuó en conformidad con el protocolo de actuación en estos casos. Pero parece que a la Guardia Civil y al periódico El País la verdad les importa menos que la posibilidad de tener un culpable, más fácil que la Xunta, que la empresa SEAGA, que los pactos secretos entre peces gordos para esconder los hechos detrás de la tragedia.
2. No quiero esconder mi sorpresa por esa acusación malintencionada. Esa noche, las personas que estaban en el terreno no estaban abandonados, cuando el capataz, siguiendo el protocolo, subió al coche con el único propósito de actuar con calma y responsabilidad. Cuando regresó, sus hombres yacían calcinados, pero aún hizo falta un breve lapso de tiempo para encontrarlos. Que los dos jóvenes cometieran el error fatal de escapar de las llamas con el viento por detrás no exime de culpa a los responsables de formación, que no deberían haberse conformado con saber que ambos ya habían participado en cinco y siete campañas de verano de extinción de incendios cada uno. Este año, para ahorrar, llevaban una semana trabajando.
3. Es evidente entonces que los fallos se acumulan en este caso trágico a todos los niveles. La Xunta, en su afán de ahorrar, no mantuvo ninguna política activa de silvicultura en invierno y primavera. La SEAGA, mal acostumbrada por el ambiente de desprecio general por la juventud y los mileuristas, llevó el afán de ahorro hasta el punto de reducir de tres raquíticos meses de contrato a dos meses, o incluso uno y medio. Esta misma empresa decidió aplicar un modelo de contrato insultante que solo aceptaron los contratados por puro amor al bosque, por pura conciencia ante el problema. Los datos están ahí, han sido publicados. Cobraban 1040 euros brutos prorateados, es decir, menos de mil euros netos. Sus trajes de trabajo son altamente inflamables. Las botas, compradas en el Corte Inglés, son de un material que se derrite con altas temperaturas. Se ha leído y se ha confirmado que ni siquiera disponían de una cantidad de agua potable en conformidad con las necesidades del trabajo en el terreno, donde el humo respirado y las altas temperaturas del aire y de la proximidad de las llamas solo pueden paliarse bebiendo mucha agua. Por contrato, las horas extras solo se pagan cuando superan las 55 horas al mes, es decir, que no se paga una semana adicional metida con fórceps en las cuatro del mes. Y además, la empresa no pagaba puntualmente. Los brigadistas no son tontos, están explotados laboralmente pero su amor al bosque los empuja cada año a aceptar un trabajo infravalorado por la Administración, la prensa y la sociedad gallega.
4. Los orígenes de los incendios de verano se explican por múltiples razones. Se ha aludido a la sustitución de los bosques autóctonos por eucaliptos, que solo son útiles para la industria de la celulosa y de conglomerados. Se ha aludido a la dispersión minifundista que hace que muchos propietarios no permitan, no consientan, no pidan que se explote sus propiedades, y que sin embargo las dejen a la merced de la la proliferación de una maleza que arde como combustible cuando se juntan los factores de humedad, temperatura y viento. Se ha aludido a los intereses específicos de los que ven en los incendios la promesa de ayudas, un capitalismo del desastre típico de una sociedad subdesarrollada. Y se ha aludido a los pirómanos, los inconscientes, los imprudentes y los desalmados. Pero todo ello no agota la cuestión, porque la lucha contra los incendios debería ser una prioridad para la Xunta que, con medios y voluntad, podría ser más fuerte que todos estos factores. Desgraciadamente, no lo es.
5. Los bosques que suponen dos tercios de la superficie de Galicia son una fuente de riqueza medioambiental única, que no se debe valorar solamente en términos de explotación racional de la madera y otros combustibles, sino en términos paisajísticos, culturales y turísticos. ¿Seguirán viniendo turistas a ver colinas ardiendo? ¿Confiaremos en una Administración que es incapaz de conservar lo común? ¿Será preciso emigrar cuando el futuro en llamas sea el presente definitivo?
6. En la parábola de la buena palabra, el Corán compara ésta con una árbol sano: «[…] Es como un buen árbol cuya raíz está bien asentada y cuya copa se eleva al cielo;» C 14: 24.
7. El cinismo que se apodera de todos los estratos de la Administración no debe fomentar a su vez el cinismo de la ciudadanía gallega. Es posible luchar contra los incendios, no es una fatalidad ni una posibilidad para cobrar ayudas, aunque pueda parecerlo. La conciencia de todos es indispensable para llevar adelante un esfuerzo colectivo contra este problema eminentemente espiritual, además de social, económico, ecológico, cultural y político. Llamo a este esfuerzo colectivo yihad, un yihad que debe ser liderado por la ciudadanía ante la desidia de la Administración y la inoperancia de la oposición política. Se trata de un yihad ecosófico, que entienda que nuestra casa común, que incluye los bosques, debe ser protegida como una filosofía de saber vivir, de saber avanzar juntos.
8. No es casual que el desastre que asola regiones enteras de Pakistán, inundadas por las aguas del Indus, coincida con el desastre de los incendios en Galicia. Podemos hablar de un desastre global, del planeta enfermo, de la conjunción planetaria de múltiples desastres que suman sequías, incendios como los de Rusia, inundaciones, contaminaciones masivas y vertidos tóxicos de magnitudes colosales. El yihad ecosófico en Galicia no debe concebirse como una prioridad local aislada de un movimiento que debe recorrer los cinco continentes. Debemos contar con los Estados, pero superar las inercias y desidias de éstos. Debemos contar con la ciudadanía y concienciarla, desde las escuelas hasta las aldeas. Debemos contar con los movimientos ecologistas y de DDHH que actúan ya en todas partes. Porque hay una estrecha relación entre justicia y ecosofía. Allí donde no se respetan los DDHH, tampoco se respeta el Medio Ambiente, y viceversa.
9. Ganaremos esta batalla contra los incendios cuando los vecinos sean los primeros en denunciar y en evitar que uno de ellos prenda un matorral. Por eso debemos evitar las estigmatizaciones, incluso de los responsables políticos, porque no podremos ganar contra ellos, sino con ellos. Más allá del rechazo que pueda suscitar el gobierno de Feijóo, debemos ser conscientes de que no lograremos resultados enfrentándonos frotalmente con sus políticas nefastas de ahorro, que esconden sus propios despilfarros y prioridades ridículas. Sabemos que han ganado las elecciones con mentiras e infamias, pero no debe llevarnos al punto de desear que sus fracasos invaliden su acción de gobierno para que así se acorte su mandato. Ojalá gobierne muchas legislaturas si por lo menos sirve para que algo tam importante como este yihad ecosófico cale en la acción común de todos los gallegos.
10. No se trata, como bien se ha señalado más de una voz estos días, de pensar que los bosques deben convertirse en jardines. Un bosque no es un jardín ni debe ser tratado como tal. Tampoco cabe confundir el espíritu ecosófico con una sacralización del bosque, una recuperación del concepto latino de lucus, donde el bosque es el espacio prohibido, que da miedo y fascina por su oscuridad impenetrable. La relación con el bosque en Galicia debe inventarse como una forma moderna de entender la naturaleza, que no está reñida ni con su disfrute ni con su explotación racional. No se trata de domesticar el bosque, ni tampoco de expulsarlo de nuestros modos de vida. Hablaría de convivir con él, con sus peculiaridades y con sus necesidades. Abandonemos las retóricas de los tiempos pasados en los que la gente necesitaba leña para cocinar, calentarse e iluminar los hogares. La leña puede tener un sitio en nuestras vidas, pero no sobreestimemos sus virtudes. Al contrario, una relación sana con el bosque debe dejar atrás los usos de antaño que finalmente destacaban sobre todo por su carácter depredador. Ni un futuro en llamas, ni un futuro en chozas. Un futuro en comunión con la naturaleza no puede significar un reciclaje de mitos sobre armonías pasadas que solo pueden servir para añadir confusión al debate y para que los que viven en zonas rurales no entiendan el propósito del yihad ecosófico. Hasta que la vida en las aldeas no sea tan cómoda como en las ciudades gallegas, no podremos aspirar a que la población gallega agraria no vea el bosque como una traba a su bienestar.
Segunda parte: Hacia el bosque-ser
11. El yihad ecosófico en Galicia se centra en la lucha contra los incendios forestales, pero supone una reflexión crítica de muchos otros factores atávicos de la sociedad gallega. Citemos el abandono del campo, cuyo trabajo es en muchos casos ruinoso, frente a la competencia de los conglomerados agroindustriales. Citemos la dispersión urbanística, que dificulta la tarea de los concellos para ofrecer servicios de calidad a toda la ciudadanía. Citemos el urbanismo salvaje en las costas, que más allá del feísmo y del impacto medioambiental, devalúa el país interior e impone un modelo de Espectáculo en el que la cultura, las inversiones, el desarrollo y los ingresos del turismo se ven acaparados por las zonas costeras en detrimento de otras regiones del país que también necesitan medios para vivir y desarrollarse. Citemos por fin la vigencia de una cultura del pelotazo importada a lo cutre en lo rural que hace que cualquier bosque se vea como un obstáculo para realizar un negocio fácil, ya sea por la vía de la recalificación de terrenos o por la de la suplantación por pastos. Bueno es que desde hace ya tiempo se haya prohibido recalificar terrenos quemados, pero ¿quién vigila que las normas se cumplan? La política de vigiliancia de los concellos brilla por su ausencia, y quizás ahí también debemos ser conscientes de que es un problema que los técnicos locales, aun en el caso de que tengan la voluntad de luchar contra la ilegalidad urbanística, no pueden resolver sin contar con una población que denuncie inmediatamente las infracciones, en vez de que predomine la cultura de la complaciencia y la no-intromisión en los asuntos del vecino para proteger las propias infracciones.
12. Los niños deben ser educados en nuestras escuelas con valores que les despierten el respeto y el interés por la fauna y la flora de nuestros bosques. Ya sea en la ciudad como en las poblaciones rurales, los niños pueden y deben conocer los nombres gallegos, las características y las amenazas que pesan sobre los árboles. Para ello nada sería más provechoso que formalizar que los propios empleados de la SEAGA contratados todo el año contasen con módulos de formación en los que ellos mismos explicasen en las escuelas los conocimientos adquiridos de forma teórica y en el terreno. No faltan archivos gráficos de los efectos de los incendios, de la urbanización descontrolada y de la belleza de nuestro país. Dichos archivos deben ser divulgados formalmente durante todo el año, en todas las etapas de la enseñanza obligatoria.
13. La poesía gallega ha cantado las raíces celtas en periodos en los que primaba la creación de un conciencia nacional. Es hora de que las instituciones gallegas fomenten la creación artística que emplee el bosque gallego como motivo de inspiración, creación e hibridación artística. Pienso en el Land Art, que puede ser estudiado como modelo de agenciación del arte en el bosque-ser, y pienso en los combates florales, qu adaptados al contexto gallego, podrían centrarse en la elaboración de metáforas que emplearan referentes provenientes de los bosques.
14. El turismo rural es una opción legítima y de futuro para un sector hostelero que, con la reciente explosión del fenómeno del Camino de Santiago, comprueba que podemos atraer con éxito turistas más interesados por la cultura que por el botellón y el salto desde los balcones hasta las piscinas de los hoteles. La equitación no competitiva de paseo, la creación de redes de talleres de escritura y traducción en aldeas que ofrezcan calma para el trabajo intelectual y la conexión con la Red de internet, la valorización decisiva de la gastronomía basada en productos ecológicos y la cocina tradicional, todos y cada uno de estos factores pueden a la larga ser alicientes de primer orden para que los bosques se vean como una fuente de desarrollo sostenible que ha de protegerse como lo más esencial de nuestro hábitat.
15. El trabajo de ebanistería y de restauración de madera de muebles es otro sector donde las condiciones privilegiadas de Galicia ofrecen una posibilidad de desarrollo óptimo con respecto a la producción de otros países. Podemos burlarnos de IKEA, pero reconozcamos que trabajan con madera garantizada. Podemos burlarnos de Marruecos, pero sepamos que en ese país las técnicas artesanales de trabajo de la madera siguen siendo ejemplares y nos podrían servir de modelo. La decoración de nuestras casas, tras la ola de plástico y fornica, podría ser inventada de nuevo con una nueva relación con la madera de calidad cuya producción y explotación fuera no solamente sostenible, sino beneficiosa para los bosques.
16. La silvicultura debe integrarse en una estrategia global de desarrollo de viveros ecológicos, de limpieza de ríos y protección de los entornos naturales. También la calidad de la carne y de la leche mejorará cuando en vez de seguir e intentar competir con el modelo francés de grandes granjas industriales, que hoy en día se queda obsoleto en ese terreno con respecto a los competidores estadounidenses y brasileños, la sociedad gallega en su conjunto apueste por la producción agroecológica de proximidad, libre de los grandes desajustes entre producción y subvenciones europeas y de kilometrajes que encarecen el impacto, la huella ecológica de nuestro consumo.
17. La regla de los cuatro años señala que si nada cambia en Galicia, dentro de cuatro años, es decir en 2014, volveremos a enfrentarnos a los problemas que hemos conocido en 2006 y este año, sin contar con los incendios de los demás años, en los que también se producen en cantidades más que alarmantes. Por ello, pongamos por objetivo que en 2014 no solamente se reduzcan los incendios, sino que las dinámicas alternativas que pueden cambiar la tendencia fatal a la destrucción se vean empezadas y aceptadas por la ciudadanía gallega.
18. Los musulmanes gallegos, que somos muy pocos y estamos dispersos en toda la geografía de nuestro territorio, tenemos un deber añadido en este yihad ecosófico de toda la sociedad. Porque los bosques son ni más ni menos que nuestras mezquitas naturales, los espacios donde entre las columnas de los carballos podemos sentir la llamada de almuédano de la naturaleza que interpela nuestro ser en el bosque, nuestro bosque-ser.
19. Los musulmanes españoles, me atrevería a decir andalusíes, amantes de Galicia y de la naturaleza, deben ser embajadores de este yihad ecosófico en el resto del territorio peninsular, y pienso muy concretamente en Andalucía y Portugal, donde también se producen incendios de grandes dimensiones. Los turistas y los peregrinos del Camino de Santiago deben volver a sus países con la idea clara de que aquí está comenzando un movimiento serio y colectivo que quiere luchar de una vez por todas contra la destrucción de la naturaleza. Habrá que conseguir que les lleguen estas ideas durante su breve estancia en Galicia.
20. La victoria del yihad ecosófico se medirá en los resultados de la lucha contra los incendios, pero también en la capacidad de pensar nuestro ser artificical, creado, sin raíces una vez que se conoce nuestro ADN bastardo, como un bosque-ser en la superficie efímera de la vida.