En el horizonte está la autogestión de la vida, pasando de políticos profesionales. En el núcleo de la acción están internet y las redes móviles. Es mediante las formas autónomas de comunicación que la gente ha podido autoorganizarse, coordinarse y suscitar un debate democrático de ideas, sueños y propuestas. En pocos meses se ha afirmado con fuerza en la práctica social que la comunicación es el mecanismo fundamental para unirse y que la reunión de personas en las redes sociales, preludio de acampadas y manifestaciones, permite superar el miedo en el que se basa el control social de un sistema que ya no convence y apenas vence. Las revoluciones del siglo XXI, en sus múltiples formas, ya tienen sus herramientas, hechas de comunicación autónoma interactiva y multimodal, local y global. Sabiendo que en internet, que está hecho de la vida de los internautas, hay de todo, lo mejor y lo peor, desde asesinos y saqueadores hasta rebeldes contra la tiranía o inventores de la nueva vida. Pero es la matriz del desafío a un mundo que se autodestruye, afirmando la posibilidad de reconstruir la sociedad desde la base.
Manuel Castells
Comenzamos a estar saturados de las ideas más arraigadas en el ámbito de la opinión publicada, empezando por la acusación general de falta de propuestas concretas de aquellos que simpatizamos con los movimientos democratizadores de base en los diferentes países. El problema no es la falta de propuestas, sino la violencia concentrada o difusa de los diferentes regímenes que ostentan el poder mediático y todo el poder político y los descargan masivamente sobre los indignados de las distintas ciudades y comunidades.
Es una evidencia que los parámetros de conexión de luchas se ensanchan a medida que se estrechan los cauces clásicos de representación política. Hay más en común siempre entre los caciques de los diferentes lugares y entre los ciudadanos concienzados y movilizados que en el seno de las construcciones reaccionarias del pasado, y sobre todo del siglo XX: religiones, naciones y unidades económicas. Los que desde la filosofía nihilista conservadora nos incriminan que no nos sometamos a las verdades del mercado, la jerarquía y el orden, defienden al mismo tiempo supersticiones y oscurantismos idénticos a los que han estado combatiendo durante años, ya proviniesen del nacionalismo o del fanatismo religioso.
Al fin y al cabo, en la cerrazón de los conservadores del PSOE y del PP y de todas las fuerzas homologadas de Europa y alrededores, subyace un miedo a la capacidad de la gente de organizarse libremente, sin jerarquías ni órdenes establecidos. Por ello, y por de pronto, no caigamos en las trampas de Izquierda Unida y otros partidos minoritarios que aspiran a hacer lo mismo, representar a la ciudadanía en lugar de la ciudadanía: no entremos en batallas que no son nuestras como un referéndum imposible para una tropelía inevitable. No perdamos tiempo en estrategias perdedoras que no darán resultados, y concentremos nuestras fuerzas donde sí sabemos que somos fuertes, en el debate constante y exigente y en la conexión de luchas. Cuantas más conexiones sepamos establecer, más coherente será nuestra crítica total del sistema político y de sus artimañas antidemocráticas. Y más abiertas estarán las ventanas por donde entrará la libertad como un viento irrefrenable.