Aplaudo y respaldo las declaraciones de la Ministra de Igualdad, Bibiana Aído, cuando afronta de lleno las conclusiones pertinentes de los informes sobre la violencia de género y el maltrato a las mujeres en el ámbito doméstico. Según sus propias palabras,
«Si los agresores las siguen acosando e intimidando, no puede haber segundas oportunidades para continuar la relación, ni siquiera para mantener el contacto»
Creo que hay parte de valentía en esta afirmación, y parte de sentido de la responsabilidad. Porque choca saber que muchas veces, los casos fatales de asesinato se producen tras múltiples denuncias. Choca, como también subraya la Ministra, constatar que los agresores premeditan el asesinato. En ningún caso es atenuante que el asesinato sea espontáneo, pero sí hay que romper el entramado cultural de la posesión confundida con el amor, y pra ello hay que desmantelar los tópicos de una supuesta pasión enloquecedora. El machismo no es romántico, y la violencia no es pasión.
Dentro de lo siniestro, siempre me ha parecido espeluznante la tranquilidad d los asesinos que una vez cometido el crimen, se presentan sin más en la comisaría para entregarse. Hay una dosis tan grande de racionalidad horrorosa en ese comportamiento que invita a todos a que reflexionemos sobre nuestra mentalidad, y como hemos conseguido crear monstruos así de normales.