MBK rompió con A.B. tras la caída de B.A. Siento como yo, Abenyusuf, rompo con Abdennur Prado con la intervención occidental en Libia. Es para mí una ruptura en lo simbólico, no en lo personal, que nunca ha que verse afectado por estas decisiones inevitables. Es una ruptura, salvando la posible cursilería de la comparación, como la de Debord con Vaneigem o Khayati. En todos estos años desde que voy escribiendo el blog, he tenido dos referentes intelectuales preferentes, en dos alas de mi impulso, Abdennur Prado y Camille de Toledo, el andalusí de los jardines de la poesía y el judío de las pedagogías vertiginosas. Sin lo que me venía de ellos en los años previos, desde 2002 y 2006 respectivamente, no me hubiera lanzado a escribir un blog en 2007, decisión en la que también entraron muchos más factores. Hoy la revolución situjihadista, el situjihadismo que comencé a teorizar en 2006, en un prototipo llamado Dogmática Situacionista Islamista, ha alcanzado una dimensión histórica sin precedentes. No debo seguir presentándome a la sombra de otro pensador que me ha estimulado, pero que ya no dice lo que quiero oír, o no habla de lo que hablo yo. Sé que con el tiempo he perdido influencia, distanciándome mucho de webislam, y después de ciertas tendencias del activismo propalestino. Me importa aún la opinión de amigos de facebook, citando a Carlos Sardiña Galache, periodista de primera categoría y traductor, o la de seres queridos; del mismo modo, sé que estoy insistiendo tozudamente en una definición «situjihadista» de lo que sucede, definición autorreferencial que me he inventado y que nadie emplea, pero que sigo considerando la más acertada, la que mejor resume lo que sucede en todos los países árabes y habrá de extenderse por todo el planeta.
Cuando veo las imágenes de los jeeps de los milicianos de la Libia Libre pienso que así es el color del situjihadismo, unos jeeps con pintadas (Allahu Akbar), arena, y una juventud con armas dirigiéndose al frente para luchar por la libertad, de ellos y de sus familias. Esos son los héroes después de los héroes tunecinos y egipcios, como los héroes de tantos otros países: hombres y mujeres jóvenes que salen a la calle, toman las plazas y las ciudades para pedir sus derechos, para exigir libertad y para clamar su rabia contra las dictaduras que padecen. En Libia, el situjihadismo ha sido tan fuerte que consiguió en apenas una semana que buena parte de las ciudades dejaran de reconocer al tirano de Trípoli. La contrarrevolución fue un aplastamiento militar de la población, la versión espectacular de lo que un tirano puede hacer con las armas de Occidente. El valor de los milicianos y de los soldados desertores que se unieron enseguida a la revolución, sobre todo en Bengazi, fue determinante para lograr in extremis aguantar tres semanas la salvaje respuesta de los Gaddafi, padre e hijos. Frente a la madurez revolucionaria de los libios y las libias, aquí en Europa muchos perdieron los nervios, dispuestos a refugiarse en la cueva de un «No a la guerra» a destiempo, cuando por fin la vergüenza y un mínimo sentido de la responsabilidad histórica interpeló a la llamada comunidad internacional. Libia es ya el síntoma de la emancipación realizándose ahora mismo en todas las situaciones: vanguardia, retaguardia, oposición en el exilio y compromiso intelectual de los situjihadistas de cualquier parte del frente internacional. Las situaciones de victoria, ya sea parcial o efímera, de la revolución en Libia se despojan y son despojadas por los milicianos de cualquier tutelaje ideológico de la izquierda europea, desde la institucional hasta la anticapitalista «corriente chavista». En ese sentido, y solo en ese sentido, pese al sufrimiento que engendra la guerra, Libia es también una buena noticia, un salto decisivo para la humanidad, un avance importantísimo en la deseuropeización/descristianización de las luchas por los DDHH, la libertad, la democracia y la plena posesión de su existencia por cada individuo.