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Sobre Irán – análisis de Hamid Dabashi

[Bismillah al rahmán y rahim,

ofrezco mi traducción del siguiente artículo sobre el poder del pueblo iraní escrito por Hamid Dabashi. Viene introducido por la presentación de la autora del blog al-falasteeniya, de donde lo he sacado y traducido del inglés.]

Sobre Irán

Un análisis muy interesante de la situación de Irán, por Hamid Dabashi. He estado esperando pacientemente una voz de la sabiduría que me llegara atravesando el frenesí de los medios de comunicación de twitter / EE.UU. Sólo puedo esperar que esta ola de activismo se extienda a lugares como Egipto, Jordania y Arabia Saudita. Al fin y al cabo, fueron activistas egipcios quienes utilizaron facebook para organizar mítines, etc., en 2007 (¿o era en 2008?). Tengan la seguridad, sin embargo, de que si esas protestas sucediesen en el mundo árabe, la respuesta de los gobiernos no sería menos violenta que la del régimen iraní. Y como estoy seguro de que todos ustedes saben, la reacción americana sería radicalmente diferente.

Asegúrense de leer hasta el final, he resaltado las partes que más me han llamado la atención…



El poder del pueblo


Las elecciones iraníes demuestran que la voluntad democrática del pueblo ya no puede ser ignorada, escribe Hamid Dabashi *

Khonak un qomarbazi keh bebakht har cheh budash,
Benamand hichash ella Havas e qomar e digar.
[Suerte tiene el jugador que perdió todo lo que tenía,
No le queda nada más que la urgencia de instar a otro juego]
Poeta persa anónimo.


La elección presidencial iraní de junio de 2009 pasará a la historia como una de las más hermosas manifestaciones de la indomable voluntad de un pueblo por conseguir instituciones democráticas duraderas. Los atribulados guardianes de la República Islámica, a pesar de ser completamente conscientes de su propia falta de legitimidad, se apresuraron en aprovechar la ocasión para justificar su gobierno ilegítimo. Se equivocan. Este no fue un voto a favor de su legitimidad. Se trata de un voto en contra, aunque, dentro de la fortaleza medieval jurídica, han construido una ciudadanía en torno a los conceptos y principios de una república libre y democrática. La débil «oposición» a los clérigos afincada en el extranjero también se apresuró a criticar a los participantes en las votaciones, insistiendo en un cambio de régimen, mientras que más del 80 por ciento de los votantes participaba voluntariamente en la elección. Ambas interpretaciones desesperadas, apresuradas y banales de la elección, basadas en posicionamientos ruinosos, son falsas.

Vamos a comenzar con los perdedores de esta campaña presidencial. El perdedor más importante de la campaña presidencial iraní de junio de 2009 es Alí Jamenei, guía supremo, y la velayet-e faqih. Si esta elección, refiríendonos al proceso de la elección y no a su resultado fraudulento, demostró algo, tiene que ser que la nación no es lo suficiente safih (indigente) como para una necesitar a un faqih (sabio) supremo para que la guíe. Esta elección puso de manifiesto la madurez política de una nación que puede ahora permitirse regresar a sus propios dispositivos y borrar la obscenidad de la noción misma de una velayet-faqih de su cuerpo político. La propia oficina del guía supremo es un insulto a la inteligencia democrática y a la voluntad colectiva de esta nación. Si Ali Jamenei tuviera una pizca de decencia en sus adentros, en el otoño de su patriarcado, desmantelaría esta obscena oficina para siempre, convocaría una asamblea constitucional y disolvería a las otras tres instituciones antidemocráticas de la República, la Asamblea de Expertos del Liderazgo, el Consejo de Guardianes de la Constitución, y el Consejo Consultivo del Régimen. Son los vestigios de una herencia teocrática que no tiene razón de ser en una república democrática. Los iraníes son musulmanes, la gran mayoría, y hay millones de iraníes que no son musulmanes, o son musulmanes agnósticos y no-practicantes, y nada de ello tendría que importar a la hora de establacer sus deberes y derechos como ciudadanos de una república. Al mismo tiempo que contempla la erosión de cada ápice de legitimidad que la revolución islámica obtuvo de la nación, Ali Jamenei, que pronto cumplirá setenta años, puede dejar un legado legítimo para sí mismo admitiendo que esa banalidad medieval no cabe en las aspiraciones democráticas iraníes. Es simplemente improcedente ver a personas mayores, como Mahmud Ahmadineyad o Mir-Husein Musavi, apareciendo tan obsequiosos y pelotas hacia otro hombre. ¿Cuál es la diferencia entre un Shah y un Guía Supremo? Ninguna.

Otro perdedor igualmente importante en esta campaña, a pesar de ser declarado ganador, es, en el registro de payaso populista del que hace gala, el insuperable charlatán Ahmadineyad, el hijo bastardo de la revolución islamista. En su demagogia y su fanatismo, representa la mayoría de las tendencias fascistas de la Revolución y República Islámicas. Todas las revoluciones tienen una mayor o menor dosis de populismo y demagogia mezclados con el idealismo y sus grandes aspiraciones. Lo que ha ocurrido en la Revolución Islámica es que su populismo innato se ha personificado en un demagogo que trata de mantenerse en el poder mediante la manipulación de los sectores pobres y marginados de su electorado, y mediante políticas económicas fraudulentas que dan a las personas pescado en lugar de enseñarles a pescar, entregando subsidios gubernamentales y dádivas en lugar de generar puestos de trabajo. La política económica de Ahmadineyad han sido catastrófica e institucionalmente perjudicial, provocando una inflación de dos dígitos y un desempleo endémico en una economía basada en el petróleo y a la merced de las fluctuaciones del mercado mundial, mucho más allá del control o la comprensión de Ahmadineyad. Su populismo religioso y sus alegaciones absurdas afirmando dispensaciones divinas son una burla cruel de los signos y los símbolos que las personas toman por sagrados.

El siguiente perdedor fue el equipo de la mediocre campaña presidencial de Musavi: una campaña mal aconsejada, mal preparada, sentimentalista, llena del necesario simbolismo del color pero sin sustancia, sin una plataforma articulada con claridad, sin detalles económicos, políticos o de programa para tratar de llegar a un espectro más amplio que el de su electorado. Su campaña fue demasiado elitista, vinculada en su parafernalia visual a la sensibilidad del norte de Teherán y carente de capacidad de convocatoria para una economía basada en el petróleo. Su retraso en aceptar la candidatura, sus idas y venidas con Mohamed Jatamí, sugirieron una mala preparación, al igual que su debate con Ahmadineyad. Mientras que Ahmadineyad había llegado con tablas y gráficos y expedientes, haciendo gala de su porte lumpen, pensando en sí mismo como «un hombre del pueblo», Musavi no tenía nada que ofrecer más que su educación. Se fue por las ramas, leyó declaraciones escritas en una voz apenas audible, y se quedó sin cosas que decir antes de que se acabara su tiempo. El problema con el movimiento democrático iraní no es que no esté en condiciones de producir un Obama, si ése es el modelo. Musavi hubiera podido muy bien ser un Obama iraní. El problema es que no hubo un David Axelrod o David Plouffe, algo que la campaña de Musavi necesitaba desesperadamente y faltó crudamente. Una banda de yuppies musulmanes auto-indulgentes lo rodeó sin una idea de cómo llegar a sus múltiples destinatarios. Si Musavi logró llegar a estos grupos fue gracias a que [falta una frase] ( […] compañeros de armas), por haber salvado la integridad del país durante la guerra de Irán-Irak (1980-1988). Pero se enfrentó a un nuevo Irán, una nueva generación, un electorado totalmente diferente que lo quiso y admiró a él y a su esposa Zahra Rahnavard por su valor nominal. Aunque nunca se gana una campaña con la buena voluntad. Esto no pretende sugerir que la elección no fue amañada, que pudo o no haberlo sido. Pero existen estrategias rudimentarias para llegar a diversos grupos del electorado que su campaña ignoró.

El siguiente gran perdedor en esta elección iraní fue el legado de George W Bush, es decir, la doctrina Bush-Wolfowitz. Véanse a Irak, Pakistán y Afganistán, en ambos costados de Irán y, a continuación, fíjense en Irán el 12 de junio de 2009. Millones de iraníes en una marcha pacífica, ordenada, alegre y entusiasta hacia las urnas. En cuanto supieron que sus votos habían sido robados, se echaron a las calles, lo que deberían haber hecho los estadounidenses en 2000. Junto con la doctrina de Bush y Wolfowitz, los perdedores son el Congreso de los EE.UU., y su sede en el AIPAC. Es difícil imaginar algo más transparentemente hipócrita que el Congreso de los EE.UU. En la noche antes de la elecciones iraníes, el 12 de junio, el AIPAC apretó un botón y sus chicos en el Congreso de los EE.UU. comenzaron a presionar para una resolución que impusiera sanciones económicas más severas contra Irán, sabiendo muy bien que al día siguiente esa noticia aumentaría las posibilidades de Ahmadineyad, el candidato elegido por Israel, como amablemente han reconocido funcionarios israelíes.

Son también perdedores los expatriados iraníes monárquicos, junto con todas las demás banalidades políticamente en quiebra y sus informantes e intelectuales comprados, desde Washington DC hasta California, que han creado centros vacíos de «diálogo» y/o para salvar la «democracia» en Irán. Parecían una banda de payasos después de esta insurrección desde las bases y desde dentro que lucha por los derechos democráticos.

El único ganador de las elecciones presidenciales de 2009 fue el pueblo iraní, independientemente de a favor de quién votó, unos 40 millones, de una población con derecho a voto de 48 millones, más del 80 por ciento. Esta elección demostró que la voluntad democrática de los iraníes ha madurado más allá de cualquier punto de retorno, no importa cuán violentamente los funcionarios no elegidos de la República Islámica deseen invertir ese proceso. Es demasiado tarde. Como se hizo evidente durante las elecciones presidenciales de 2009, los iraníes son perfectamente capaces de organizarse en torno a puntos de vista en competición, participar en las campañas de los candidatos de su preferencia, ir pacíficamente a las mesas electorales y emitir su voto. Ya es hora de que los clérigos chiítas se pongan a empacar sus pertenencias y vuelvan a sus seminarios, y que los charlatanes de los cambios de régimen como Paul Wolfowitz se jubilen en la ignominia, y que los intelectuales oportunistas comprados que intentan medrar en su carrera, con un grupo de reflexión u otro, en Washington DC o en la Universidad de Stanford, vuelvan al decente oficio en la enseñanza media que tenían antes.

Antes de terminar, también debo decir que un gran perdedor es Hassan Nasrallah del Líbano. Nasrallah debe saber que las raíces profundas y variadas del compromiso de los iraníes con la causa palestina y el destino de los chiítas en el Líbano se encuentran en el vasto océano de sus corazones y sus mentes, que les inculcó la leche de su madre y no el fango del bolsillo de Ali Jamenei. Los árabes en general, y los palestinos en particular, deben saber que los iraníes están mirando de cerca, y desean escuchar sus voces. Esta es la Intifada iraní. Un lema que encabeza las marchas en las calles de Teherán es Mardom Chera neshestin, Irán shodeh Felestin (¿por qué la gente está sentada con los brazos cruzados?, Irán se ha convertido en Palestina). Tanto los árabes y los musulmanes, como sus líderes intelectuales públicos, deben salir a la palestra y tomar partido a favor de esta enraizada, innata y pacífica demanda de una democracia sana y robusta.

Los chicos del AIPAC en el Congreso de los EE.UU., – los generales israelíes se pusieron todos abiertamente en el lado de Ahmadineyad -, están en la misma liga que Hassan Nasrallah.

Todos los potentados árabes y musulmanes deben saber que sus jóvenes están observando los acontecimientos en Irán con un gran interés. No se trata sólo de iraníes que se conectan a Facebook y Twitter, sino que son también sus hermanos y hermanas en todo el mundo, y en todo el mundo árabe y musulmán. Jóvenes árabes y musulmanes en todo el mundo que no son inmunes a las demandas que los jóvenes iraníes están exigiendo con un alto precio, exponiendo valientemente sus pechos desnudos contra las balas y palos de la tiranía. Se trata de una generación post-ideológica. No podrían ser menos indiferentes a las medallas políticas de sus padres. Piden y exigen los derechos humanos y civiles y los derechos de la mujer, a través de un levantamiento desde la base, totalmente legítimo, sin ceder una pulgada ante maquinaciones imperiales de los Estados Unidos o el bandolerismo colonial de Israel. Los guardianes de la República Islámica están violando el artículo 27 de la Constitución de la República Islámica. Hasta donde alcanza mi conocimiento, no se trata de una revolución para derrocar a la República Islámica. Esta es una demanda popular por los derechos civiles. Los iraníes que están siendo golpeados y disparados en las calles de Teherán no son los lacayos de los Estados Unidos. Y los potentados musulmanes y árabes medievales sí están sofocando las aspiraciones democráticas de sus pueblos. Llegará un día temible, el día en el que los jóvenes árabes y musulmanes aprendan de sus hermanos y hermanas iraníes y pidan sus derechos humanos inalienables, la libertad de reunión pacífica, la libertad de expresión, la igualdad de derechos para hombres y mujeres, la oportunidad económica, el respeto de la dignidad humana y del Estado de Derecho.


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