El relato del homicidio de dos niños en Villiers-le-Bel contradice la versión oficial y desvela el encubrimiento del Estado de lo que sucedió. El coche de policía persiguió en plena aceleración a la moto e impactó de lleno matando casi en el acto a Larami y Mohsin. Eso lo sabemos porque desde entonces cientos de jóvenes han decidido enfrentarse violentamente a la policía antidisturbios que se ha desplegado en toda la barriada. Sin las movilizaciones, los enfrentamientos y la destrucción de locales públicos y comerciales, así como coches, nunca hubieramos sabido hasta qué punto la policía mata impunemente a chicos en ciertos barrios de Francia.
La cuestión ya no es pues condenar la violencia de los jóvenes contra la policía y el tejido estatal y social, sino encauzarla hacia la dogmática situacionista islamista, que lleve al nivel político lo realizado en el terreno. Cuando se condena esta violencia antipolicial y los saqueos, se legitima la ocupación cuasi militar de la calle por parte de unas brigadas profesionales armadas. Lamentablemente, sólo aumentando el nivel de violencia se consigue mantener la premisa fudamental de la libertad: «no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan».