Bismil-láh el piadoso de piedad,
Lo interesante de leer poesía árabe en ediciones digitales es que desvincula el poema de su ubicación concreta en un volumen editado, que nos condiciona en el poema que elegimos, incluso en el autor. Pondré por ejemplo el poeta ÿâhilí Zuhayr Ibn Abî Sulmà, que es uno de los autores con más pedigrí clásico. Es difícil leer sus casidas, por la longitud, el ritmo largo y la dificultad del vocabulario, aunque la lectura produce claramente efectos sosegantes y avisadores. Se siente que hay verdades, símiles, correspondencias. El caso es que todo lector tiende a la facilidad en una lengua que no domina, pero al abordar de esta forma al rapsoda del desierto se emprende un viaje en la lengua, valioso e incierto.
Al poner en perspectiva la larga casida del vate árabe con las piezas del andalusí Ibn Sahl, éste último transmite fluidez, y se ven menos las dificultades de una poesía al fin y al cabo muy preciosista y no exenta de términos rebuscados. Pero es sobre todo la comodidad de la temática amorosa, que abona en terreno ya sembrado por lecturas más corrientes, tanto andalusíes como europeas. Las marcas, la mesura en la longitud, el gesto más automático se generan a sí mismos en visitas al jardín queertés. La inteligencia sondea ya los límites de sus riberas, los índices de la entrega, la imagen echa una red.
De intensidad golosa de misterios a complicidad decidida con una apuesta concreta. Por ahí va el hilo.